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ANTES Y DESPUES
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Un mundo de contrastes
Notas sobre la Primera Expedición a Pumanque
En la madrugada del jueves 01 de abril comenzaron a llegar a un costado de la Municipalidad de La Florida los voluntarios de la primera expedición del grupo “Levantemos Pumanque”. Uno a uno fueron registrándose con el equipo organizador, recibiendo su identificación y los alimentos para el desayuno. Para mí todos eran rostros nuevos, personas con las cuales horas más tarde tendría que trabajar, compartir, cenar y conversar.
La expedición partió cerca de las 9:00 hrs. y llegó a Pumanque en los buses municipales pasado el mediodía. Rápidamente todos recibieron las instrucciones de los militares a cargo del Internado Escolar de la zona y se dispusieron a armar sus respectivas carpas. Luego el almuerzo y finalmente la distribución de cuadrillas para comenzar la jornada de trabajo.
Más tarde y en medio del bullicio, la organización intentaba ordenar a los más de 100 voluntarios que se movían de un lado a otro en el local. Personalmente fui bajado del camión militar cuando partía a las áreas de construcción para apoyar con mi camioneta en todo lo que fuera posible. Es así como Nilahue Cornejo, Colgue, Pumanque y todos los alrededores, comenzaron a hacerse familiares para todos quienes estábamos ahí.
Poco a poco pudimos observar las huellas del desastre y las necesidades de las familias. Los rostros de resignación y cansancio. Los escombros en los patios diciéndonos “muy bien, comencemos a levantar esto nuevamente”. Y los muchachos se largaron a construir, y mientras lo hacían, sin querer comenzaron a inundar de alegría a esas familias que necesitaban saber que todo va a estar mejor. De esta forma se inició la faena y el esfuerzo de los más jóvenes al clavar el chuzo en la tierra fue complementándose con la experiencia de los mayores al momento de nivelar los pilotes y cuadrar los paneles.
De vuelta en el Internado la comida caliente siempre nos estuvo esperando. También hubo tiempo para el café y la conversación de sobremesa. Incluso algunos se dieron maña para improvisar un pequeño casino al aire libre.
Del último día recuerdo la imagen de Gabriel Soria martillando el techo (y también sus dedos) de la mediagua. Recuerdo los rostros cansados de la cuadrilla quemando las últimas reservas de energía. El reloj corriendo en contra nuestra. Los errores. La desesperación. Pero sobre todo, recuerdo los ojos vidriosos de la señora María emocionada por tener a esas diez personas ahí, en su patio, entregándole una pequeña porción de esperanza, de ánimo y buena voluntad.